domingo, 20 de marzo de 2011

HISTORIA DEL TURISMO RELIGIOSO

Luego de mucho buscar por diversos lugares he llegado a la conclusión de que no existe una definición única sobre el turismo religioso. Sin embargo quisiera compartir con ustedes una reflexión de Rafael Esteve Secall que me pareció muy acertada:
“Reflexiones respecto al concepto de turismo religioso por el que entiendo una actividad turística a través de la cual quienes la realizan pretenden alcanzar gracias espirituales, buscando la proximidad, la inmersión o el contacto con lo sagrado. Por lo tanto es un tipo de turismo relacionado fundamentalmente con las creencias. ¿Incluye eventos religiosos singulares (canonizaciones, visitas papales, congresos eucarísticos, años santos…)? Este es un aspecto discutible y difícilmente precisable puesto que, en definitiva, el carácter religioso de un evento –creo- nos remite a una experiencia personal buscada por quienes asisten a tales eventos y, también, a los propios objetivos u oferta que hacen los organizadores. Sus manifestaciones fundamentales son el peregrinaje; visita a santuarios o lugares sagrados y tumbas de santos; asistencia y participación en celebraciones religiosas. Por consiguiente entiendo que el turista religioso busca vivir, sobre todo, “una experiencia religiosa”.
Pero una vez definido este segmento turístico creo importante realizar una serie de distinciones sobre otras actividades turísticas –igualmente denominadas turismo religioso que, en mi opinión, no lo son realmente.
En primer lugar habría que distinguirlo del turismo cultural-religioso, en el que enmarco las visitas y contemplación del patrimonio material de las religiones: catedrales, monasterios, conventos, museos de arte sacro, iglesias…, o incluso del disfrute del patrimonio inmaterial de las religiones: conciertos de música sacra –gregoriano u otras- o en lugares sagrados).
También habría que diferenciarlo del turismo ecológico-espiritual, es decir de los viajes a lugares de especial significación religiosa para el disfrute de sus valores naturales (caminos, ambientes, paisajes…), pues suele haber una gran coincidencia física entre la belleza del lugar y el carácter más o menos sagrado del mismo. Esto no quita que pueda producirse en los turistas una profunda conmoción espiritual, pero si no va ligada a las creencias religiosas queda fuera de nuestro concepto.
Por último también hay que diferenciar el turismo religioso del turismo del espectáculo religioso como es la asistencia a manifestaciones de religiosidad popular ligadas a festividades o celebraciones religiosas, procesionismo semanasantero y de los patronos, romerías… Fiestas o celebraciones que suelen atraer a muchos turistas, en las que la población autóctona es espectadora y protagonista al mismo tiempo, y donde puede ocurrir que mientras unos están experimentando una vivencia religiosa profunda otros son meros espectadores de la misma, y donde incluso se produce el cambio de los roles entre unos y otros a las pocas horas.

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